Sunday, August 16, 2009
" El Sobrero Jipijapa " oriundo del Ecuador
Photo
George Strepsamd
HOMENAJE AL ECUADOR
En tiempo de la Republica de Cuba, cientos
de miles de hombres, lucian el bello sombrero
de Jipijapa.....
Hace un mes un amigo me obsequio con un sombrero
de Xipijapa....Jack se apropio de el.....hoy quince de
agosto me tengo al fin mi sombrero de Paja de Toquilla
Breve historia del Sombrero de Paja Toquilla. Por una escritora jipijapense.
EL SOMBRERO DE PAJA TOQUILLA
En el itinerario de viaje estaba indicado como lugar de escala la ciudad de Panamá; mi compañero aprovechó las horas de estancia para recorrer las tiendas de artesanía del aeropuerto; cuando reiniciamos el vuelo lucía un sombrero de paja, me dijo que era un auténtico Panama Hat. Intrigada lo tomé en mis manos y verifiqué el parecido con los sombreros que se elaboran en Manabí. Le solicité el estuche y pude observar que en efecto, en la parte inferior de la cajita de palo de balsa, estaba marcada la palabra Montecristi; segura ya de su procedencia, le manifesté lo que yo sabía sobre estos sombreros; me preguntó si conocía Montecristi, mi contestación fue que no sólo conocía esa ciudad, sino que era oriunda de esa provincia y que vivía en Jipijapa. Al escuchar este nombre me comentó que hace muchos años su padre había adquirido un sombrero Jipijapa en la Quinta Avenida de New York, y que él deseaba comprar uno igual, pero que no podía conseguirlo le comuniqué que en Montecristi encontraría de igual calidad, ya que hace más de cuarenta años que en Jipijapa se dejó de tejer, que esta industria que circunscrita a Montecristi y sus poblaciones cercanas; que en el siglo XVIII y XIX se exportaba grandes cantidades de sombreros de paja toquilla, hechos en Manabí, por Machalilla, Manta y Bahía de Caráquez que el sombrero se lo conocía con el nombre sombrero Jipijapa ya en época del virreinato e Nueva Granada, en Jamaica, Cuba y Puerto Rico y que este nombre se extendió a otras regiones, no sólo de América sino de Europa, en la época de la Colonia y más tarde durante los primeros años de la república.
A raíz de esta conversación nacieron varias interrogantes: una, el porqué de los nombres; otra, por qué se dejó de tejer en Jipijapa; y, cuál era el proceso de la fabricación de un sombrero de calidad.
Mis averiguaciones me llevaron a casa de Doña Cruz Pibaque, una ancianita de 85 años, quien de la manera más cordial comenzó a recordar la labor que por muchos años le brindó el sustento económico, tabor que fue realizada por sus abuelos, padres, tías y hermanas. Mientras conversaba sus ojos se llena- bande lágrimas, en su mente las escenas del pasado cobraban vida paulatinamente.
-Mi madre tenía una gran’ agilidad, no le veía los dedos por la rapidez con que tejía, ella lograba hacer un sombrero en tres días; con mis hermanos nos encargábamos de la venta. Recuerdo que los días sábados desde muy temprano iniciábamos los preparativos y salíamos ya al atardecer a ubicarnos en la plazoleta a vender, tratando de ganar los bancos que quedaban bajo la luz de los faroles. Ahí nos reuníamos personas de varios lugares de: Julcuy, Chade, El Barro, Anegado, Paján, San Pablo, Cerro Mero, Sucre, Guayacán, Agua Dulce, Tierra Amarilla, Palmital; decía mi abuelita, que los mejores sombreros eran de Julcuy, que la gente de allá eran muy hábiles. Yo aprendí a tejer a la edad de trece años y gracias a esto pude criar a mis hijos, aquí a la
casa venían a encargarme la hechura de docenas de sombreros gruesos y a veces uno que otro sombrero fino; una vez me encomendaron tejer un sombrero y un par de pantuflas para el doctor Velasco Ibarra. Los padres mercedarios quisieron que yo enseñara a las jóvenes a tejer, pero ellas no desearon aprender, decían que les dolía la espalda, que era un trabajo muy duro, por eso es que ahora nadie sabe tejer en Jipijapa.
Luego de agradecerle decidí proseguir la investigación en los archivos de la Biblioteca Unión y Progreso y de las Madres Mercedarias. Gracias a esto pude sacar varias conclusiones: que un señor Chóez, del sitio Julcuy, a finales del siglo XVI confeccionó por primera vez un sombrero de paja toquilla y que esta industria se fue extendiendo con el devenir de los años por las distintas poblaciones manabitas; que el señor Eliseo Pincay, a finales del siglo XIX, mejoró la calidad del tejido; que en 1889 el doctor Flores Jijón envió un sombrero de paja toquilla confeccionado en Jipijapa a una exposición artesanal realizada en París, obteniendo esta muestra medalla de oro; que por falta de una propaganda comercial bien llevada estos sombreros, a finales del siglo XIX, comenzaron a conocerse corno Panama Hat y no con el nombre de sombrero Jipijapa como se los conocía en tiempos de la colonia y a inicios de la república; que por motivos de índole económica y agrícola los pobladores del cantón se dedicaron al Cultivo del café, dejando a un lado esta actividad Y destruyendo los sembríos naturales de paja toquilla que se daban en la zona, a fin de ganar terreno para la siembra del nuevo producto.
Acompañada de unos amigos fui a Montecristi, quería recabar datos sobre la procedencia del sombrero, pues esto ha sido siempre motivo de duda. Para la mayoría de los pobladores de la zona, ésta es una actividad que siempre se la ha realizado en Montecristi, aunque no se precisan fechas; dicen que Don Manuel Alfaro, padre de Don Eloy, fue un exportador de sombreros, que antes de radicarse en esta ciudad se dedicaba a la compra de sombreros de paja toquilla cumpliendo órdenes del capitán de una goleta española en la cual prestaba sus servicios y que a principios del siglo XIX decidió radicarse en Montecristi e instalar su propio negocio, convirtiéndose en uno de los grandes exportadores de sombreros de la zona. Por estas épocas Montecristi era considerado el centro más importante del tejido de la fibra de toquilla, aunque no era el único, porque se tejía en la mayoría de las poblaciones manabitas y también en el norte del Perú, con fibra llevada de Manabí, llegando el gobierno a prohibir la exportación de paja toquilla. Esta manufactura comenzó a extenderse a finales del siglo XIX a otras zonas del Ecuador, como Cuenca, bajo la dirección de hábiles tejedores manabitas. Se cuenta además que en 1846 fue llevado un señor Catagua, tejedor de la zona de Jipijapa, a trabajar en una casa de reclusión en Quito, pues el gobierno había emprendido una labor de rehabilitación social.
Mientras descansábamos en un bar y nos servíamos unos deliciosos helados, comentábamos sobre los datos encontrados; la persona que nos atendía y que había estado siguiendo nuestra conversación con cierta curiosidad nos sugirió visitar a doña Leonorcita. Nos aseguró que ella nos contaría todo sobre el sombrero ya que descendía de una familia que por generaciones se había dedicado a la exportación de este producto.
Doña Leonor Mendoza de Zambrano conserva parte de lo que fuera antes la Casa de Exportación de sus padres, ahí mantiene un pequeño almacén con las artesanías propias de este cantón manabita; su edad fluctúa entre los ochenta y ochenta y cinco años. Una vez que nos hubimos presentado, tratamos de adquirir un sombrero de la mejor calidad; nos manifestó que en unos dos meses tendría una unidad, que por ahora sólo había uno de inferior calidad cuyo precio era de sesenta mil sucres, al tocar dicho sombrero se sentía la suavidad de una tela y nos explicó que el más fino es como una seda y puede caber en un estuche diminuto. Paulatinamente fuimos hablando de esta actividad y nos contó que aunque a su padre no le gustaba, ella aprendió a tejer, en su casa trabajaban artesanos y ella era la encargada de clasificar la paja, por eso pudo enterarse de todos los secretos para la confección del sombrero de calidad. Le pedimos nos enseñara a distinguir la calidad de la paja, a lo que acto seguido cogió varias fibras, las separó en grupos y nos explicó cuál era la selecta, la buena, regular y defectuosa; la paja selecta sirve pera elaborar los mejores sombreros y es necesario que quien vaya a tejer prepare él mismo la paja. Me gustaba vigilar la preparación de la paja, a veces yo mismo trabajaba. A ésta se la tiende en cordeles, luego que está media seca se la lava y se coloca en un recipiente grande que contenga agua para hervir- la por espacio de media hora; Juego se la vuelve a lavar y se la tiende al sol. Después, en una especie de casita cercada, se arregla la fibra, de manera que pueda recibir el calor y el humo que salen de un brasero con azufre colocado en el centro inferior de la casita. A este paso se lo denomina sahumerio la paja y sirve para blanquearla; una vez sahumada, se la tiende al sol para que le salga la humedad y se pasa a elaborar los mazos de paja con doce cogollos. Algunas personas se dedican sólo a este proceso y venden los mazos ya clasificados. El artesano los compra, corta el cogollo, coge las hebras, las abre una a una y las divide de acuerdo al grosor del sombrero que va a confeccionar.
El tejido se inicia con ocho hebras divididas en grupos de dos, éstas se cruzan entre sí y se comienza a tejer la plantilla; en cada vuelta hay que ingerir más hebras de paja, se debe dejar un centímetro más de largo antes de iniciar el tejido de la copa; para esto se utilizan dos hormas: una horma que esté de acuerdo al tipo de sombrero a tejerse, encima de ésta se coloca la plantilla y, sobre esto, la otra horma para presionar el tejido; estas dos hormas se las ubica en un taburete alto, de manera que se pueda ejercer la presión de la horma con el pecho; el trabajo se realiza de pie. El tejido de la copa, igual que el de la falda, tiene sus variaciones: puede hacerse calado o llano; al terminar la copa se deja un centímetro más de largo antes de empezar la falda y se vuelve a ingerir más hebras, aumentando así los hilos para poder dar vuelo a la falda; se coloca las hormas en una banca más ancha y larga, así uno puede sentarse, aunque la posición del cuerpo sobre la horma sea la misma; una vez terminada la falda, se remata, luego se azoca a fin de que el remate quede fino y se estira para que no se arrisque el tejido; se procede a lavar el sombrero con agua y jabón, se lo tiende para que medio se seque, luego se lo sahuma con azufre y se lo coloca al sol, cambiando su posición a fin de que los rayos se filtren por todo el sombrero y de esta forma se fije mejor el color. Después se lo dobla para proceder a apalearlo con una maceta de madera, sin olvidar de colocar azufre dentro y fuera del sombrero; una vez realizado esto se lo ubica en una horma aun de darle la forma que se desea obtener y con una piola se lo azoca para proceder a plancharlo, regando sobre éste azufre molido; esto sirve para blanquear más el sombrero. Terminado este proceso de lo saca de la horma y se procede a despeluzado y a recortar las pajitas del remate. El sombrero está concluido.
Este proceso puede llevar varios días: para el sombrero macho grueso se necesitan unos cuatro o cinco días, los otros sombreros un mes, tres meses, seis meses o un año, que es el tiempo que se demore en el tejido del sombrero más lino; esto a causa de que se necesita buen clima, que no haya viento, ni mucho sol porque la paja se reseca, ni tampoco se debe tejer en días de lluvia porque se puede llenar de veragua; a veces es necesario tejer bajo toldo; como la hebra es demasiado fina, cansa enseguida la vista y se teje por ratos. El precio del sombrero de calidad es de ochenta mil sucres y puede llegar a venderse hasta en cien mil sucres. Ahora hay pocos tejedores de sombreros de calidad; muchos han tallecido pues, debido a la mala alimentación y a la posición del cuerpo al tejer, la mayoría enfermó de tuberculosis; a la juventud no le gusta este oficio.
Al escucharla hablar, mover sus manos e irnos indicando cada uno de los implementos utilizados en el tejido, el tipo de paja, las calidades de sombreros vino a mi mente la canción de la tejedora manabita escrita por Francisco Del Castillo cuya música es del maestro Filemón Macías. En el camino mientras retornábamos a Jipijapa vinimos entonando la canción, cuyos versos dicen:
Con una horma de esperanza
Y dedos de clavellina
Va tejiendo su sombrero
La manabita más linda
El Panama o Xipixapa
Geroge Streisand
El PANAMÁ o JIPIJAPA es un tradicional sombrero con ala que se hace de las hojas trenzadas de la palmera Carludovica palmata. A pesar de su nombre, los sombreros genuinos de PANAMÁ se hacen en Ecuador.
Su nombre viene del hecho de que alcanzaron relevancia durante la contrucción del Canal de Panamá, cuando miles de sombreros fueron importados de Ecuador para el uso de los trabajadores de la construcción. Cuando Teddy Roosevelt visitó el canal usó dicho sombrero y lo convirtió en símbolo de distinción, lanzándose todos los norteamericanos a su uso durante los días del verano.
La ciudad ecuatoriana de Cuenca es el productor principal; sin embargo la ciudad de Montecristi tiene la reputación de producir los sombreros de calidad más fina, tema éste muy discutido.
Hay dos procesos en su creación: el tejido y el bloqueo. La mejor manera de calibrar la calidad es contar el número de fibras por pulgada cuadrada. Menos de 300 se considera de baja calidad. Los más costosos (por encima de los 1.800 euros) poseen entre 1.600 y 2.000 fibras. La calidad media oscila entre los 300 y los 1.600. Hoy en día los sombreros PANAMÁ siguen proporcionando un sustento seguro a millares de ecuatorianos pero sólo una docena de tejedores son capaces de producir los SUPERFINOS DEL MONTECRISTI, capaces de ser doblados y ser pasados por un aro de servilleta, para luego desdoblarlos y permanecer inalterables.
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