Sunday, June 7, 2009

Yalennys Valero asesinada en España by Cruz Morcillo



El despecho y la ambición mataron a Yalennys
El crimen de una mujer por encargo y despecho acabó con dos vidas en Castellón. Cuatro años después, el coro asesino está entre rejas: el amante abandonado, los dos sicarios, una esposa y quien medió entre todos

CRUZ MORCILLO | MADRID
El constructor gallego Isauro López Hidalgo ingresaba en la prisión de Castellón el pasado 29 de mayo como presunto inductor del asesinato de Yalennys Valero, de 26 años, una cubana que había sido su amante. Los sicarios que la mataron acabaron también con la vida de Juan Manuel Mata, albañil castellonense de 23 años que la madrugada del crimen (el 12 de junio de 2005) acompañó a su casa a la joven que le acababan de presentar.
La «operación Destino» de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil está a punto de echar el cierre a una enmarañada historia que empezó en La Habana y acabó en Castellón, con paradas en La Coruña y la República Checa.
Isauro López, sexagenario, propietario de la empresa Zielsa Construcciones, conoció a Yalennys Valero en 1997 en una sala de fiestas de La Habana. Ella tenía 18 años y una vida a las espaldas impropia de su edad. Seis meses después, el empresario, prendado, vuelve a verla y ella le sigue hasta España. La joven no se adapta y regresa a su país, pero recurre de nuevo a Isauro —según explicó él mismo a los investigadores— porque quiere emigrar a Italia. El destino se cambia por Benicarló (Castellón), adonde la cubana llega en agosto de 2003. Su mentor y amante le compra un apartamento y un Audi, le proporciona dinero y cubre todas sus necesidades hasta que ella encuentra trabajo en una inmobiliaria de Oropesa. Su madre y una hermana también se mudan a Benicarló y allí todas reciben las visitas y agasajos del acomodado gallego que había extendido sus negocios inmobiliaros a la provincia levantina.
«Yaly» no quiere continuar la relación y decide volar sola; le da la noticia en la Navidad de 2004 y llegan las amenazas y los problemas. Isauro le recuerda todo lo que le debe, quiere imponer su voluntad, suele hacerlo, su posición y su dinero le acompañan.
Devuelve piso y coche
La chica le devuelve la casa y el coche y compra junto a su hermana pequeña, Yairet, un adosado en Calig (Castellón). Todo le sonríe, incluso se encapricha de un joven de la zona. Su ex está al tanto de la nueva vida.
La noche del 12 de junio de 2005, Yalennys y su hermana Yairet salen de copas. Coinciden en una discoteca con un amigo y éste a su vez les presenta a Juan Manuel Mata. El Seat Ibiza que conduce «Yaly» de vuelta a su casa se sale de la carretera y llama a su novio para que las recoja. Está trabajando en un pub y no oye el teléfono. Yairet recurre entonces a los chicos que se habían quedado en la discoteca. Ella y su amigo Luis esperan a la grúa en la carretera, mientras Juan Manuel acompaña a Yalennys a su adosado en Calig.
Nada más abrir la puerta les sale al paso la muerte. Les esperan al menos dos sicarios. Los atan de pies y manos, los colocan de rodillas y los ejecutan de sendos disparos con una pistola provista de silenciador. Uno de los asesinos se fuma un «LM». La colilla fue encontrada en el desagüe del fregadero. Es el primer hilo de la investigación y el rastro que permitirá la condena a 45 años de prisión de Emilio Pérez Rivera en diciembre pasado. A ella la mató por dinero; a él porque estaba en el lugar equivocado.
La familia de «Yaly» apunta sin dudar al constructor despechado: la había amenazado y ella estaba aterrorizada.
La familia de «Yaly» apunta sin dudar al constructor despechado: la había amenazado y ella estaba aterrorizada. Los agentes de la UCO sólo tienen un perfil genético anónimo y unos casquillos, pero no es la primera vez que ese ADN hallado en la colilla llega a la base de datos de la Guardia Civil. Una alarma les indica que el mismo perfil había sido encontrado en una inspección ocular el año anterior, tras una tentativa de homicidio en un polígono industrial de Alcora.
Los investigadores llegan a la conclusión de que la persona que había intentado matar a un vigilante de seguridad debía de ser un empleado o ex trabajador de una de esas empresas azulejeras, alguien posiblemente con antecedentes policiales. Se toman muestras voluntarias de saliva a decenas de trabajadores, incluido un operario de la cerámica Artia, Emilio Pérez Rivera, que al día siguiente desaparece. Su muestra coincide al cien por ciento con la del cigarro del crimen de Calig. Emilio ya está lejos. Sabe lo que se juega tras haber pagado con 18 años de prisión su abultado historial delictivo.
La esposa del sicario
Cuatro meses después del crimen se le detiene en la República Checa donde se había ocultado al calor de su mujer, Michaela Dankova. El matrimonio había invertido en una finca en Castellón el dinero cobrado por asesinar a Yalennys —entre 34.000 y 50.000 euros, quizás más, según los investigadores—. Michaela, el tercer personaje del coro de presuntos asesinos, también es arrestada en esas fechas y puesta en libertad, pero su testimonio sirve para orientar las pesquisas.
Emilio resulta ser el tipo duro que se esperaba: «Yo no vendo a ningún amigo. Me lo voy a comer solo», llega a espetarles a los guardias. Y ha cumplido: ni siquiera ha recurrido la condena de 45 años.
Ya a esas alturas —finales de 2006— los agentes han registrado las oficinas, la casa y el lujoso yate del constructor gallego sobre el que la familia de la víctima lanza todas las acusaciones. Ni una pista para desesperación de los investigadores. En enero de 2007 entra en escena el cuarto personaje: Manuel Antonio Mas Julián, ex dueño de un gimnasio en Castellón que vive de las rentas y también había pasado por la cárcel. Reconoce que tiene cierta relación con el sicario aunque no se sale ni un milímetro del guión. Su coartada es perfecta.
Emilio resulta ser el tipo duro que se esperaba: «Yo no vendo a ningún amigo. Me lo voy a comer solo», llega a espetarles a los guardias. Y ha cumplido: ni siquiera ha recurrido la condena de 45 años
Para quienes pisan los talones al empresario gallego, Mas Julián podría ser el mediador, la persona que propone a Pérez Rivera y a alguien más matar a cambio de dinero y ganarse de este modo el favor del pagador y un extra por las gestiones. Pero no hay pruebas, sólo indicios por lo que las indagaciones tienen que seguir y buscar nuevas alternativas. Pérez Rivera ya ha sido extraditado y está en prisión a la espera de juicio; en cambio, la comparsa de colaboradores/pagadores/protectores/intermediarios sigue con su vida habitual.
El 2 de diciembre del año pasado Emilio es condenado por la Audiencia de Castellón por el doble asesinato. La familia de Yalennys no está dispuesta a olvidarse del resto de actores y la UCO mucho menos. Durante el juicio la hermana de «Yaly» leyó una reveladora carta escrita por la víctima un año antes de que la mataran: «(...) Quiero dejar por escrito que si en el futuro me sucede algo, el único responsable es Isauro López (...) a causa de su amor obsesivo y posesivo hacia mi persona...» El Tribunal decidió que la carta era real.
Amigos de calle y cárcel
Desde diciembre hasta hace sólo unos días han continuado sin respiro las investigaciones: unos protagonistas en el punto de mira y otros que podrían estarlo. El mes pasado el círculo empieza a cerrarse: el día 22 de mayo el Juzgado número 1 de 1ª Instancia e Instrucción de Vinaroz (Castellón) ordena el ingreso en prisión sin fianza de Michaela Dankova (esposa del sicario Pérez Rivera); de Manuel Antonio Mas Julián, presunto mediador y de Antonio Muñoz Tuñón, el quinto protagonista. Antonio, alias «el Delgadito» o «el Poca cosa», camionero autónomo y con serias adicciones, es el amigo al que Pérez Rivera nunca delató. No hacía falta: más de una vez, en el pasado, corrieron juntos tras dar un palo y la prisión acabó de amigarlos. Primero las sospechas y luego las evidencias que se le presentaron a la juez. Los investigadores creen que es el segundo autor del crimen.
Ni siquiera para Isauro López, que alardeaba de codearse con Julio Iglesias y con su fallecido padre, fue una sorpresa que una semana después llamaran los agentes a la puerta de su oficina en Santiago. No abrió la boca, aunque defiende su inocencia. La noche del crimen estaba cenando con unos amigos en Galicia; no conoce ni a Pérez Rivera ni a Antonio Muñoz pero sí tiene otras amistades igual de poco recomendables que marcarán su futuro

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