Viaje a Taramundi con mi amiga Raquel Corazón de María - 1984
En La Trece Estación de Policía, a un costado residía, Lastra y María, ambos tenían tres hijos. Pepe Lastra, Paco Lastra e Irene. Lastra tenia una ferretería en la 728 Calzada de Luyanó casi esquina a Porvenir. La ferretería la cerró antes que llegaran las primeras intervenciones del nuevo gobierno. Las cosas no fueron fáciles para la familia, Irene la mas joven de los tres logró conseguir trabajo en una pequeña tienda que había al lado de la tienda "El Paquete", cuyo dueño el polaco Isaac, estaba planeando el irse del país. Irene atendía el negocio, mientras Josefa la dueña hacia gestiones ( compras, etc. ) fuera. El trabajo no duró demasiado, pero socorrió a la familia por un corto tiempo. Cuando Lastra tenia el negocio, al final del día, le gustaba ir a una bodega que quedaba frente a la Tintorería Conchita. Allí hablaba con sus amigos, mientras tomaba cerveza y comía las deliciosas "majuas fritas". Al perder el negocio, y no poder sostener a la familia, dejó de salir, enclaustrándose en la casa, hasta que un día, le dio un fuerte dolor. Lo llevaron al hospital, pero en el camino Lastra falleció.
En el otoño del 1984, me encontraba en la ciudad de Madrid, cuando una amiga mía natural de Santander, que había perdido al padre hacia pocas semanas, me llamó a casa, pidiéndome que la acompañara. Le pregunte a que lugar quería ir. Quizás a tomar algún aperitivo. Me contesto que quería tomar carretera, como no entendía le volví a preguntar; “¿Tomar carretera?”. Ella me respondió que necesitaba irse de Madrid. Volví con tacto a preguntarle, “¿A donde quieres ir?”. No lo sé, me respondió. Mi hija se había sentido enferma el día antes. Le dije que me era imposible salir de la ciudad. Me respondió que si quería ir al pueblo donde había nacido mi padre. “Bouza, te llevo a Asturias..” Le contesté, que si estaba segura que quería ir a Asturias, me respondió que si. Hable con el padre de mis hijos, este me dijo que no me preocupara. Dos horas después Raquel me recogía en la casa, rumbo a Asturias.
Patria Querida. El viaje lo hicimos en un Ford Fiesta, las sensaciones que tenia, eran dispares, por un lado, dejar a los niños, y por otro, conocer el lugar donde mi padre había nacido, crecido. Llegamos a Lugo, casualmente Jesús, un indiano millonario que había hecho su fortuna en Puerto Rico, y estaba de visita en la ciudad, nos recomendó un hotel, el cual después de dejar las maletas abandonamos de inmediato para aceptar la invitación de ir a cenar a la "Verruga".
Tratando de disimular mis sentimientos, sin ningún apetito, acompañe a Jesús y a Raquel, a aquel maravilloso restaurante. Ambos me preguntaron antes de que llegara el camarero, que me apetecía cenar, reparando profundamente respondí que cualquier cosa. Raquel miro a Jesús y le dijo, como escogiste el lugar, elige tu que debemos pedir. Con una sonrisa cansada, y feliz Jesús pidió, percebes, centollo, y angulas, cuando llegaron los platos, mire a Raquel con mirada profunda. Mientras ellos ponían un pedazo de pan en el caldo gris del centollo, miré a mi alrededor en busca de un plato amigo. Un hombre de unos cuarenta años tenia frente a sí, cinco platos, una fuente de sopa, casi terminada, tres gambas, dos patas de cangrejo gigante con pulpo. Jesús me preguntó, imagino que con su experiencia indiana, que si no tocaría ninguno de los tres aperitivos, lo miré, y acto seguido, comencé con el centollo. El camarero llego con tres platos, una bellísima merluza, con papas (patatas) pulpo y una pescadilla. Tuve mas suerte en la segunda tanda. Mientras Jesús y Raquel hablaban de la vida, a hurtadillas miraba al comensal vecino.
Nunca he visto a nadie que disfrute la comida como aquel señor. Masticaba despacio. Me transporte aquellas películas romanas, donde la mesa es una vitrina de sabores. En la barra dos españoles comenzaron a cantar en susurros una canción, la nostalgia dominó mis sentidos, frente a mí la inconsolable Raquel, dándome ánimos con la mirada, y Jesús feliz de hacernos a las dos compañía, Le pregunte a Jesús la distancia que había de Lugo a Taramundi, me respondió que cincuenta millas mas o menos. Nuevamente busque con mi mirada al rey de la mesa, en el momento que el camarero le llevaba una copa de licor y un tabaco. Los dos trovadores al oír el acento de Jesús y el mío, se nos acercaron, preguntándonos si éramos extranjeros. Le contesté yo de inmediato, soy cubana. “Cuba..”. Raquel interrumpió explicando que ella me había traído a conocer el lugar donde mi padre había nacido. Me contuve la emoción, respire profundo, y les pedí que cantaran. Los dos cantaron otra bella canción gallega. Después de despedirnos y en la calle, por vez primera me fijé en el auto que Jesús nos había recogido del Hotel, parecía un avión, entramos y parecía una nave espacial, Jesús nos explico que el auto lo había traído de América. Bueno, y ahora me dijo Raquel, “Nos vamos a las discotecas gallegas.” Las discotecas gallegas son mejores que las que teníamos en Madrid. Amplias, lujosas, con luces tenues. Jesús pidió un Cuba Libre, alguien dijo "Dale un mentiritas." Nos sentamos en la barra, el bartender me preguntó que deseaba para beber. Le dije Sidra el Gaitero, el pobre hombre me miro como si fuera yo de Marte. “Nadie ha pedido nunca Sidra el Gaitero.” “Bueno..” contesté, sirva usted un Benjamín, (cava). Con la copa congelada y la diminuta botella de Benjamín me llegaron seis trufas. Tomando una, pensé a mis adentro, estos gallegos son increíbles.
Una hora después, regresamos al hotel que Jesús nos había recomendado. Media hora después, la puerta del cuarto fue golpeada, Raquel iba abrir, le advertí que no lo hiciera. Camine hacia la puerta y pregunte quien era. “La policía, abran.” ¡No abras!, le grite a Raquel, voy a llamar a la centralita del hotel. Me respondieron que era la policía, les dije que si no subían no iba abrir. Cinco minutos después, abrimos. El policía quería ver el carnet de identificación de la persona que había rentado. Raquel busco el carnet. Camine hacia el policía diciéndole que no eran modales. Me contesto el del hotel, que la persona que nos había rentado la habitación no había puesto las señas de nosotros. En fin.. nos cabreamos y llamamos a Jesús. Este quería venir para llevarnos a otro hotel, no aceptamos. Después de hablar media hora mal del lugar y de la policía, nos fuimos a dormir. A la mañana siguiente no tuve que formar ningún escandalo, Raquel insultada lo hizo por las dos. Estuvimos a punto de no pagar el hotel, cuando llego Jesús a buscarnos. Pagamos y nos marchamos gritando que nunca mas pisaríamos el lugar.
Tiempo después nos enteramos que había una banda de trafico de cigarros americanos en el área, imaginamos que la policía pensó que éramos traficantes. Después de un agradable desayuno, fuimos a casa de la hermana de Jesús a dejar el auto de Raquel, y montamos el "auto mágico" de Jesús. “Bueno Concha, ¿nos acompañas a la Coruña?, le contesté que no podía aceptar la invitación que planeaba ir a Mousende - Taramundi al lugar donde mi padre había nacido. El viaje duró mas de una hora, el camino es bellísimo, ciento de arboles, casitas, hasta que al fin llegamos a Taramundi. Solo había que encontrar Mousende. Cuando al fin lo encontramos, mi prima Carmina estaba esperándonos. Me despedí de mis amigos, ambos volvieron a persuadirme que me fuera con ellos a la Coruña. “Imposible..”, contesté, “de todas maneras, gracias.” Conocía a mi prima Carmina a través de las cartas que enviaba a Cuba. Carmina era la hija de José María, hermano mayor de mi padre. En la casa estaba ella, en la fragua su esposo y en la otra casa, la viuda de un hermano de Carmina. La emoción era terrible, es aún terrible. Después de media hora, le dije a mi prima si podía caminar por el lugar, me respondió que sí, pero que viniera pronto porque alguien del lugar quería verme. Al despedirme, camine hacia la carretera. Observando el cruce logre guiarme hacia una rio pequeño, imaginé de momento a mi padre y tíos, correteando por el lugar. Dos horas después, mi prima quiso que la acompañara al pueblo, ambas caminamos por la carretera, después de veinte minutos, llegamos a un pueblo donde había una iglesia, un cementerio, y algunas casitas. En la puerta nos recibió un señor de unos ochenta años, con semblante amable me invitó a entrar a su casa. Se identificó, como el padre de la esposa de mi primo Santos (había conocido a Santos a principios del ochenta y uno, en Oviedo).
Hablamos, de mi padre, de mis tíos, de Cuba, mientras bebíamos sidra del lugar. Después de un tiempo el me dijo que era hermano de Lastra. Con gran emoción le conté de Lastra (este había fallecido). Con gran atención me escuchaba. Nadie ha prestado a mis palabras tanta atención. Él hablaba de como era mi familia en la aldea, yo le narraba como habían vivido ellos en Cuba. Después de tres horas, de sidra, vino.. la fusión fue mas placentera. Tiempo después llego mi prima, venia a recogerme, no habíamos notado su ausencia. No pude ir a la iglesia, ni al cementerio. De lejos vi varias tumbas con mi apellido. La noche llegó, y con ella, la emoción de dormir en las mismas paredes donde mi padre había crecido. Frente al rio me había preguntado, por que habían salido de este lugar remoto. En la privacidad de la habitación, volvió a surgir de nuevo la pregunta, temprano llame a Madrid,
Hablé con mis dos hijos, la despedida, fue terrible. Al dejar el lugar, pensé en mi abuela Nicolasa, en abuelo Benito, en tío José María, en Santos, Conchita, Fortunato y en papá. Mientras abrazaba a mi prima Carmina, sentí que abrazaba a la abuela, al abuelo, a mis tíos, a Lastra, a su desconsolado hermano y a papá. Caminando venían hacia mi Raquel y Jesús, al encontrarnos les pregunté, “¿Que tal la Coruña?”, “Maravillosa.”, contestaron ambos al unísono.