Tuesday, June 8, 2010

Ayuden a Salvar El Cementerio Ingles de Malaga by





Ficha informativa:
Descripción: Cementerio Inglés de Málaga.
Dirección: Avda. de Pries, n.º 1.
Cronología: siglo XIX.
Estilo: cementerio-jardín romántico.
Fundador: Cónsul británico William Mark.
Arquitecto: Diego Clavero.

Historiadora Noelia García Bandera.
¿Cuántas veces hemos pasado por delante de la Avenida de Pries n.º 1? Innumerables. Aunque nunca nos hemos parado a pensar que habría detrás de esas rejas custodiadas por dos majestuosos leones inmóviles. Se trata del Cementerio Inglés de Málaga, espacio funerario y valioso jardín cargado de sugestivas historias, pero con un futuro bastante incierto. Tras la entrada, si nos adentramos en el interesante cementerio-jardín, podemos descubrir como una ciudad como la nuestra está tan bien representada en un espacio tan reducido. Para ello, debemos profundizar en su origen y existencia que, año tras año, ha ido aportando nuevos conocimientos a las tradiciones y costumbres malagueñas.

Una imperiosa necesidad.

La Málaga del siglo XIX no sólo sufrió cuantiosas epidemias que desembocaron en un gran número de víctimas, sino que también se topó con el rechazo de sepultar a los no católicos (es decir, protestantes) en campo santo. Tras la prohibición de los entierros intramuros en 1787, las ciudades se hallaban en la obligación de encontrar un lugar donde alojar los cuerpos de los difuntos. Carlos III a través de la Real Cédula, además de impedir los enterramientos en los interiores de las iglesias y en los espacios funerarios parroquiales para así evitar la propagación de enfermedades en los núcleos urbanos, persigue la idea de que los cementerios se ubiquen en lugares bien ventilados y fuera del foco de población.

Pero como hemos mencionado, los protestantes lo tenían más difícil. Aunque Málaga era una ciudad que se abría al viajante extranjero (1), su protocolo funerario era bastante macabro. La muerte de un no católico en nuestra región, más que un problema, era todo un espectáculo donde el crepúsculo de la inmundicia ensombrecía el litoral. Así, al caer la noche, las playas se convertían en espacios mortuorios y tristes donde ni siquiera la luz del día podía conmemorar el funeral. Bajo la penumbra de la luna, los cadáveres foráneos se enterraban en posición vertical con la compañía de la tenue luz de una antorcha y dos soldados que guardaban las normas establecidas. La suerte de los cuerpos podía ser diversa, ya que no sólo se convertían en alimento de animales carnívoros, sino que podían ser barridos por la corriente del mar o rodeados por vertidos de basura (2).

Por lo tanto, los cuerpos de los difuntos protestantes descomponiéndose en la arena malagueña no era grato para el católico, pero aún menos para sus propios compatriotas. Ya en el siglo XVII se alertó de este tipo de enterramientos cometidos, de un modo u otro, en toda España, por lo que, para poder poner remedio a tal situación, se estableció en 1667 un tratado de amistad y comercio entre España e Inglaterra cuyo artículo 35 acordaba “que debe designarse y concederse un lugar decente y apropiado para enterrar a los súbditos del Rey de Gran Bretaña que muriesen en los dominios del Rey de España” (3). Los años pasaron y no hubo grandes logros, hasta que un inglés llamado William Mark llegó a Málaga en 1816.


La lucha de William Mark.

William Mark siempre fue un luchador. En 1782, Mark nació en el seno de una familia muy humilde y numerosa de Berwick-on-Toweed, pero tuvo la suerte de ser protegido a los 11 años de edad por el señor Anderson, amigo de la familia dedicado al negocio del textil. Tras trabajar duramente junto al señor Anderson, su salud se fue deteriorando, por lo que su protector lo mandó al norte para que recobrara la fortaleza y el vigor que ya no tenía. Mark aprovechó durante varios años los viajes que realizaba a Londres, Glasgow y Paisley para aprender sobre el comercio textil, pero se dio cuenta que el señor Anderson apenas tenía dinero para pagarle su manutención, por lo que comenzó a abrirse camino en la vida por él mismo.

Tras perder un empleo sin muchas expectativas en Londres, Mark decidió enrolarse en la Marina con 18 años. Aunque sólo era un simple marinero, los conocimientos que había ido adquiriendo durante años le sirvieron para que muy pronto repararan en él. En pocos años pasó de ayudante a secretario del capitán y de contador a cónsul británico, pasando por una cena con Nelson y una boda con su querida Emma Woodin, el amor de su vida.



En 1816, Mark y su familia desembarcaron en tierras malagueñas tras ser recomendado para cónsul británico en el Reino de Granada, aunque no fue nombrado con tal título hasta 1824.

Puede parecer que un hombre como Mark ya había conseguido todo lo que quería, pero cuando el futuro cónsul advirtió la manera de enterrar a sus compatriotas, decidió que una nueva lucha debía comenzar desde el primer día de su nombramiento: encontrar un espacio físico para enterrar a sus difuntos. Tal labor no fue fácil.

Tras el triste entierro de uno de los empleados del consulado en 1826 y la poca cooperación del propio gobierno inglés, Mark decidió escribir una carta al gobernador de Málaga, el General José Manso, señalando el antiguo tratado anglo-hispano de 1667 y solicitando un espacio apropiado para la inhumación de los británicos. Inmediatamente la propuesta fue aceptada y el 17 de octubre de 1829, William Mark pudo delimitar el terreno elegido para tal tarea, un área en pendiente que hoy en día constituye el cementerio interior amurallado que más tarde pasó a llamarse “Cañada de los Ingleses”. El Cementerio Inglés de Málaga quedó constituido en 1930.

Durante varios años, Mark embelleció el cementerio, por lo que pasó de ser un lugar más de enterramientos a un jardín botánico para el agradable paseo de los malagueños. Se realizaron bancales, los geranios traídos de Gibraltar le dieron un toque de color a la zona, plantó un número considerable de plantas y árboles exóticos y rodeó el lugar con un seto de higueras chumbas (4).
A partir del año 1832, se iniciaron los enterramientos de otras nacionalidades, hasta que Mark se vio desbordado por las solicitudes de otros cónsules. Desgraciadamente, por falta de espacio, tuvieron que denegar tanta demanda, pero el cónsul británico prometió que dejaría un espacio para los cónsules muertos en Málaga.

La lucha de William Mark mereció la pena. Consiguió un sueño, difícil en aquella época, pero logró ver un lugar donde los orígenes no condicionaban la forma de sepultura. Cuando Mark consideró que su labor como cónsul estaba cerrada, pasó los poderes a su hijo William Penrose Mark, el cual continuó luchando por el cementerio con el mismo entusiasmo que había observado año tras año en su padre. Era el año 1936.

Difuntos Notables.

Tal vez el nombre de la primera víctima enterrada en el cementerio no ha pasado a la historia como hombre célebre, pero su entierro fue digno y multitudinario. El fallecido se llamaba George Stephens y era el dueño del bergantín “Cicero”. Pero por una de las características que destaca la necrópolis es por la cantidad de personajes célebres que acogía entre sus muros.

Una de las sepulturas por las que más sufrió William Mark fue la de Robert Boyd, héroe liberal que luchó junto al General José María Torrijos y sus hombres. Aunque hay un monumento en su honor, el registro de entierros no esclarece la ubicación de su tumba, aunque se cree que está en el cementerio interior, siendo la última a mano derecha de la fila del fondo (5). El propio William Mark fue enterrado en el cementerio tras su muerte el 13 de enero de 1849. Una multitud de personas acompañaron al fundador de ese valiosos espacio funerario. El médico Joseph Noble, murió en Málaga de Cólera tras una visita a la ciudad y sus restos descansan en el cementerio. En su memoria se fundó el Hospital Noble para marineros y pescadores de Málaga. El 16 de diciembre de 1900, el barco escuela Gneisenau naufragó frente a las costas malagueñas. Sesenta y dos hombres y oficiales de la Marina Imperial de Alemania perdieron la vida en el mar mediterráneo, pero gracias a la ayuda de los ciudadanos malagueños que ayudaron a la recuperación de los marineros, no fueron más víctimas. El Gobierno alemán agradeció a la ciudad tal auxilio al construirle un puente peatonal sobre el río Guadalmedina, el Puente de Santo Domingo, popularmente conocido como “Puente de los Alemanes”. Por su parte, la Reina Regente de España otorgó el título de “Muy hospitalaria” al escudo de la ciudad. En memoria de esos hombres, se realizó un monumento que se halla, subiendo la colina, en el lado oeste del cementerio. Además, se puede visitar la tumba del capitán y del ingeniero del barco escuela alemán. También se encuentran enterrados en la necrópolis cuatro hombres de la aviación británica de la Segunda Guerra Mundial.



Por otro lado, el cementerio acoge a personajes literarios, como a la poetisa y autora Gamel Woolsey (1899-1968), esposa de Gerald Brenan, hispanista e historiador británico. Curiosamente el español, Jorge Guillén (1893-1984), poeta de la generación del 27, eligió este apacible espacio para su paz eterna. Citemos finalmente a la administradora del cementerio, Marjorie Grice-Hutchinson (1909-2003), gran historiadora del pensamiento económico y doctora Honoris Causa por la Universidad de Málaga (1992) y la Complutense de Madrid (1993). Como William Mark, dedicó parte de su vida en mantener como espacio funerario digno al Cementerio Inglés hasta los últimos días de su activa existencia.

La vegetación.

Queda claro que la función de un cementerio es la de enterrar a los difuntos, pero los británicos tienen otro concepto del espacio fúnebre, lo que nos lleva a la idea del cementerio-jardín. Su estilo romántico, variante del jardín paisajista, está caracterizado por la disposición de plantas de forma desordenada que acogen las tumbas confundidas con el panorama natural. Según la doctora Rosario Camacho, el Cementerio Inglés de Málaga tomaría como modelo el cementerio Pere-Lachaise en París, paraíso de vegetación y paz. Por su parte, Quiros Linares (6) opina que no sólo la estética es la causante de estos bellos jardines-cementerios, sino también la búsqueda de salubridad, tesis acertada si pensamos en los moradores de estos espacios.

Su terreno escalonado, caprichoso e irregular, no sólo acogió las primeras especies plantadas por el cónsul William Mark, especies como ficus, araucarias, jacarandas, palmeras, pino canario, falsas acacias, plataneras y mimosas, entre otras, sino que se agregaron otras especies autóctonas, como falsos pimenteros, algarrobos, pinos de Alepo, almencinos, naranjos amargos, olivos, moreras y eucaliptos (7), hasta poder disfrutar de unas cincuenta especies distintas, de las cuales, algunos árboles pueden superar la edad de cien años.

Incluso, al último vigilante se le asignó un pequeño espacio de tierra junto a la capilla anglicana que convirtieron en vivero. De esta manera, el Cementerio Inglés incrementó la demanda de plantas y flores, al ser vendidas por el guarda y su familia para, de esta manera, aumentar sus escasos ingresos.

Las tumbas.

Entre los centenares de tumbas que se resguardan en el jardín hay diversas tipologías. Como norma general son sepulturas vinculadas a la tierra, donde predominan las tumbas de suelo y los mausoleos de distintos tipos. Por ejemplo, se aprecia estilos como el clásico, neogótico, modernistas o célticos, que junto a la vegetación circundante crea un espacio con fuertes tintes pictóricos y artísticos.

Destacamos algunas de ellas, como la de William Mark (1839), que tras ascender a través de un fuste, se corona por un vaso velado. El majestuoso sarcófago más vinculado al enterramiento de suelo como es en el súbdito norteamericano William Beecher (1850), con interesantes motivos artísticos. O el motivo modernista de la escultura del Ángel de la Muerte abrazado a la cruz, bella tumba dedicada a Anni (1911) (8).

Pero una de las características más curiosas del cementerio se encuentra en su parte alta, que a su vez es la más antigua. Rodeada por un muro levantado en 1831 y coronado por una cruz y una lápida se encuentran unas entrañables tumbas cubiertas de conchas blancas. Las más llamativas son las de menor tamaño, construidas especialmente para los niños y recién nacidos. Este toque mediterráneo fue desapareciendo con el tiempo hasta que la señora Grice-Hutchinson dedicó su tiempo a pasear por la playa y recoger conchas similares para la restauración de las tumbas.

En cementerios como el de San Miguel, situado en Fuente Olletas, se pueden observar una variada suma de panteones de ilustres familias malagueñas. Por el contrario, en el Cementerio Inglés no podemos disfrutar de la magnificencia de estos sepulcros, sino que la individualidad de la tumba hace más semejantes a los difuntos. Como hemos comentado, el único monumento que se refiere a varias personas es el dedicado a las víctimas del Gneisenau.


La arquitectura

El cementerio acoge una serie de elementos arquitectónicos que delimitan el espacio de enterramiento, aunque destacaremos los más interesantes. Por un lado, la entrada, realizada por el maestro de obras Diego Clavero en 1856, está constituida por una portada donde destacan dos solemnes leones de mármol que guardan una vistosa verja, siendo ésta el nexo de unión entre el espacio urbano y fúnebre. Justo al lado, se encuentra la casa del guarda, una estructura con claros tintes neogóticos, donde se destaca las ventanas apuntadas con parteluz, planta de cruz y tejado a dos aguas (9).

Por otro lado, destaca la capilla de San Jorge, consagrada en 1891, aunque en un primer momento se utilizó como elemento ornamental y, más tarde, como vivienda del guarda. Se trata de un templo dórico tetrástilo realizado en piedra arenisca cuyos planos se ejecutaron en 1839 (10). Hoy en día sigue cumpliendo su función congregando a los fieles en la misa de los fines de semana.

Estado actual del cementerio.

Lamentablemente, no sabemos qué destino le aguarda al Cementerio Inglés de Málaga, debido a la falta de protección financiera y burocrática. Aunque la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía realizó un intento de incoación, el Consulado británico se negó a recibir ayuda española, aunque lo más triste es que los propios patronos de ese reducido espacio funerario dicen no tener medios económicos para que el cementerio continúe siendo un lugar digno. Incluso tras la reciente muerte del guarda, este campo santo se ha quedado más desprotegido aún. A todo ello se suma el fuerte incremento de las incineraciones, dejando a los cementerios como lugares del pasado.




Tras la muerte de la señora Grice-Hutchinson, gran sustento moral y económico del terreno, la necrópolis se ha visto abandonada ante saqueos y gamberradas realizadas en su interior. Y no sólo se han producido estos lamentables hechos, sino que la actuación urbanística no ha dejado de perder un centímetro del valioso suelo urbanizable y ha construido totalmente pegado al muro del cementerio, admitiendo los problemas de crecimiento de la ciudad. Por supuesto, si el Cementerio Inglés hubiera tenido la protección correspondiente como es ser un Bien de Interés Cultural (BIC), esto no hubiera ocurrido.

Pero no todo es negativo, pues aún hay personas que se preocupan, desinteresadamente, por un espacio como éste, lleno de historia, patrimonio y arte. Además de los primeros intentos de ayuda del profesor de la Universidad de Málaga Fernando Wulff, la profesora Alicia Marchant ha aportado su granito de arena gracias al esfuerzo de alumnos de paleografía y una pequeña ayuda económica prestada por Cajamar. Juntos, en mayo de 2004, han restaurado el núcleo primitivo realizando tareas de limpiezas, blanqueados, saneamiento, etc. Aunque la mayor parte de la comunidad británica ha estado sumamente agradecida, alguna que otra vez, los voluntarios universitarios se sintieron inspeccionados y observados.

Por lo tanto, invitamos a ciudadanos, visitantes, curiosos y turistas a pasear por este maravilloso lugar como ya lo hicieran personajes como el literato Hans Andersen en 1862, el novelista español Leopoldo Alas Clarín, la poetisa María Victoria Atencia o el escritor Antonio Gala. Y lanzaremos un grito al cielo que replique “God save the English Cementery” para que lo escuchen los titulares del derecho de la propiedad y permitan que los españoles protejan este espacio como se me

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