Wednesday, November 25, 2009

Relacion con el Pasado by Alejandro Cabranes Rubio



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este blog ha quedado huerfano

ENTREVISTA: EVA ALADRO


Por Alejandro Cabranes Rubio

Eva Aladro, profesora de la Universidad Complutense en la facultad de Ciencias de la Información, lleva dos años luchando para preservar la herencia que dejó su madre Teresa Vico, la desaparecida directora del Teatro Albeniz; local hoy amenazado de muerte por una operación de compra venta que no hubiese sido posible realizar sin la retirada en vigor de una ley que protegía el centra. Tal acción en 2006 suscitó varias reacciones solidarias que respondieron a las iniciativas de la Plataforma de Ayuda al Teatro Albeniz. Eva Aladro recuerda las circunstancias que motivaron su fundación.

Eva Aladro: La plataforma de Ayuda al teatro Albéniz nace en mayo de 2006. Está integrada por 6400 ciudadanos, de Madrid, España y otros países, que quieren conservar el teatro Albéniz tal y como está, con su edificio histórico, su equipo de personal y su línea de programación que ha sido un emblema de la cultura madrileña de la edad contemporánea. Los portavoces de la Plataforma son Beltrán Gambier, abogado, Eva Aladro Vico, hija de la anterior directora de este teatro, Teresa Vico, David Aladro Vico, hermano de Eva, compositor y Berta Delgado, artista plástica.

La Plataforma lleva casi dos años trabajando por conseguir que las autoridades públicas (Ministerio de Cultura, Ayuntamiento y Comunidad de Madrid) preserven este teatro por su enorme valor y magnetismo cultural en el centro de la ciudad de Madrid.

El Teatro Albéniz ha sido, es y será un referente de la cultura teatral madrileña. Está ubicado en el centro de Madrid y acoge una programación múltiple que se ha convertido en una tradición cultural de la ciudad.

Los actuales propietarios pretenden derribarlo para construir viviendas, comercios y algún espacio teatral en el volumen que actualmente ocupa el teatro. La Plataforma de Ayuda al Teatro Albéniz considera un auténtico expolio cultural que un teatro con el éxito y la memoria del Albéniz pueda ser demolido hoy en día en Madrid.

Por ello, en su día esta Plataforma solicitó, con el apoyo de más de 6000 firmas ciudadanas, que el teatro fuera declarado Bien de Interés Cultural, para ser salvaguardado y protegido de este peligro. La Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid ha venido denegando tal declaración, basándose en argumentos muy pobres. Se ha recurrido, incluso, a organismos internacionales (UNESCO). Ahora se ha presentado un recurso contencioso administrativo que constituye un paso más para poner freno a la destrucción cultural que supondría la demolición del Albéniz.

-Rememora los primeros éxitos: la recopilación de firmas, las manifestaciones multitudinarias.

El teatro Albéniz, dirigido por Teresa Vico durante casi todo el período reciente de su actividad, en los últimos veinte años, ha sido un referente cultural esencial del teatro madrileño de la modernidad. El edificio es histórico, data de los años 40. El Albéniz se creó como un teatro musical, en el cual se estrenaron las últimas zarzuelas y obras del Maestro Guerrero. Durante veinte años, de 1960 a 1980, el Albéniz pasó a ser cine. Su amplísima capacidad de 1040 localidades y su amplitud escénica en el centro de Madrid le permitió convertirse en Cinerama en los años de esplendor de este dispositivo cinematográfico. A partir de los años 80, el Albéniz vuelve a ser teatro, esta vez convertido en el teatro oficial de la Comunidad de Madrid, que lo alquila durante 20 años.

Es en este período cuando el Albéniz se convierte en el buque insignia de los escenarios madrileños por la gran calidad y la originalidad de su programación. Espectáculos consagrados y novedosos como los de Els Joglars, Momix, Tricicle, nuevos valores que nacen en las tablas del Albéniz en danza y en baile flamenco (Joaquín Cortés, Rafael Amargo, Antonio Márquez), musicales (Sweeney Todd), ciclos de jazz (Tete Montoliú, Oscar Peterson), interpretaciones magistrales de clásicos (de Peter Ustinov a Adolfo Marsillach, de Fernán Gómez a Stephen Berckoff, la Royal Shakespeare, el Piccolo Teatro de Milán, la Berliner Ensemble, etc etc), y un sinfín de temporadas inolvidables van coronando al Albéniz como teatro de referencia cuyo estilo es copiado por los otros escenarios de la ciudad. Para los artistas el Albéniz es un teatro sagrado. Para los ciudadanos espectadores, el Albéniz simboliza la calidad cultural de Madrid.

A la muerte de su directora, Teresa Vico, el Albéniz es vendido por su propietario, se descataloga como edificio protegido para este fin y se anuncia su futura demolición para construir sobre su inmenso solar pisos y comercios. Los trámites que permiten demoler el Albéniz pasan por una retirada de un recurso de protección del teatro, retirada deshonrosa que lleva a cabo la Comunidad de Madrid bajo el gobierno de Esperanza Aguirre. Es entonces cuando una lista interminable de personalidades de la cultura, la literatura, la política, el teatro mundial, se unen para protestar por la desaparición de este lugar único de la memoria reciente de nuestra cultura.

La Plataforma de Ayuda al teatro Albéniz comienza a movilizarse para hacer conocido el caso nacional e internacionalmente. Convoca manifestaciones a las que asisten grandes personalidades de cine y teatro, presenta las primeras 4000 firmas ciudadanas ante el departamento de Patrimonio de la Comunidad de Madrid. Lleva el caso a la UNESCO de Madrid. Solicita que el Teatro Albéniz sea declarado Bien de Interés Cultural por su valor social en la ciudad como raíz de la comunicación ciudadana. Difunde en medios de comunicación, en conferencias de prensa, actos públicos, y otras manifestaciones, el caso Albéniz. Recoge las declaraciones de muchísimos espectadores y autores culturales a favor de la conservación del Albéniz.

-¿Qué opinión le merece la propuesta de crear un pequeño teatro en la nueva macrosuperficie, y las actitudes que a continuación desató tal promesa?

E.A.: La Plataforma de Ayuda al Albéniz rechaza la sustitución del Albéniz por otro edificio, aún cuando contenga un teatro de menores dimensiones para justificar esa demolición. Es cierto que la empresa inmobiliaria quiso crear una división de opiniones al anunciar que “salvaba” el Albéniz creando un teatro en su lugar, pero hoy en día está claro que la inmensa mayoría de las personas de la plataforma apoyan la idea clave de la misma: la conservación del teatro Albéniz con su edificio, su equipo profesional y su programación pública.

-¿Cómo os pusiste en contacto con algunos arquitectos para demostrar que se puede considerar al Teatro un bien cultural?

E.A.: Entre los muchos amigos del Albéniz surgió la ayuda desinteresada de la procuradora Mercedes Albi Murcia, que es Presidenta de la Comisión de Cultura en el Ilustre Colegio de Procuradores de Madrid. Su labor pro bono se suma a la de nuestro letrado, Beltrán Gambier, y a la de los profesores de Derecho Administrativo Jesús Prieto de Pedro, Luis Ortega Álvarez y Blanca Lozano Cutanda, ya que todos ellos han actuado sin percibir honorario alguno. Estos catedráticos de Derecho Cultural han escrito dictámenes que hemos remitido para apoyar la idea de que el Albéniz es un Bien de Interés Cultural por sí mismo, y ellos han apoyado judicialmente ese valor.

-¿A qué atribuye la negativa de declarar bien cultural al Albeniz por parte de un juez?

E.A.: Se trata de un asunto de intereses y amistades que afectó al gobierno de la presidenta Esperanza Aguirre. La presidenta retiró el recurso que protegía al Albéniz para poder pactar con sus propietarios del mundo inmobiliario, afines a su propia proveniencia, la cesión del teatro mientras fuera necesario. Por ideología, y por amistad, Aguirre se negó a hacer nada para salvar el teatro ante los tribunales. Se trata de una actitud de pasividad que afecta gravemente al futuro del teatro.

-¿Considera las pequeñas concentraciones en el teatro fracasos?

E.A.: En absoluto. Un movimiento social de lucha por la conservación de un bien no siempre registra en sus actividades la presencia masiva de sus integrantes, pero el movimiento lucha precisamente contra esto, y sus integrantes además están ahí, aparecen en distintas ocasiones, contribuyen económicamente (1) y podemos decir que la Plataforma está más viva que nunca en estos momentos.

-¿Cuándo os pusisteis en contacto con Alejandro Sanz para llevar a cabo más pequeños actos?

E.A.: Hay otros movimientos de reivindicación cultural afines al nuestro, como la Asociación Vicente Aleixandre o la misma ACIBU, que protege los cines y teatros de la ciudad. Cuando notamos que nuestra finalidad era la misma, convocamos actos colectivos, que fueron realizados ante todas las instituciones responsables de cuidar el patrimonio cultural, y que nos rechazaron impidiendo incluso que nos manifestáramos delante de sus edificios, como hizo el Ministerio de Cultura.

-¿Cree que resulta sintomático de este país el hecho de que "la vecinita" acaparase atención de los medios en detrimento de una lectura del manifiesto conjunto de las asociaciones?

E.A.: Es simplemente parte de las circunstancias culturales de hambruna y de miseria que vivimos, no le damos mayor importancia, nosotros tenemos algo más importante en que pensar.

-¿Cuándo contactasteis con Mercedes Albi y como contribuyó en la redacción del recurso contencioso administrativo?

E.A.: Mercedes Albi es miembro de la Plataforma desde su comienzo. Cuando ella supo que buscábamos fondos para poder pagar a un procurador en el recurso contencioso, se ofreció a colaborar gratuitamente.

-¿La vía jurídica es la única efectiva para impedir la demolición?

E.A.: Es una via que puede ser eficaz aunque es lenta, veremos a ver qué depara en el futuro, pero tenemos otros planes de continuar movilizando a medios y opinión pública, así como entrevistarnos con más instituciones que pudieran ayudar al Albéniz.

-¿Qué líneas de actuación va a emprender la plataforma?

E.A.: Queremos recomenzar las movilizaciones ante el teatro, entrevistarnos con varias instituciones culturales, convocar más coloquios, manifestaciones y acciones conjuntas con las otras asociaciones culturales.

-¿Qué postura mantiene la Plataforma frente a la construcción del Teatro del Canal?

E.A.: Nosotros creemos que el Teatro del Canal y el Albéniz pueden coexistir en Madrid como dos teatros de la Comunidad, y por ello no deseamos que su proyecto se trunque con un final chapucero. Por eso entendemos la postura del Colegio oficial de Arquitectos defendiendo la labor de su arquitecto.

-¿Cuándo es la próxima cita?

E.A.: Vamos a solicitar una entrevista con la SGAE de la que informaremos a los medios en su momento. Y queremos volver al Albéniz para movilizar a los espectadores. Anunciaremos cuándo con antelación (2).

Notas
(1)http://teatroalbeniz.blogspot.com/2007/12/gracias.html
(2)Se prevee que sea el jueves 6 de marzo frente al Ministerio de Cultura a las 18:30 se reunan diversas asociaciones para leer el manifiesto contra la destrucción del Patrimonio Histórico Cultural









Cuando a término de una manifestación convocado el 18 de octubre de 2007, uno de los allí presentes regresó a su casa tuvo que compartir ascensor con sus vecinos. Estos no pudieron evitar curiosear entre las pegatinas con eslóganes que llevaba puesto. “No hay que ir contra los tiempos” dijeron. Y tienen razón. Menos disgustos tendríamos. ¿Para qué reivindicar patrimonio histórico cultural? ¿Para fosilizarnos en un pasado? ¿Para anquilosarnos en ideales románticos poco pragmáticos?


No. Los chavales prefieren, como diría Joaquín Sabina, “ahogarse en un vaso de ginebra”. Pero la vida en Madrid ya no es, como afirmó el cantautor, “un tren a punto de partir”. Desde los andenes sólo podrían verse macrosuperficies haciéndose hueco en el asfalto. ¿Cómo vamos a ver teatro si primero tenemos que comprar calzado, o echar un buche en el estómago? ¿A quién se le ocurre acudir al cine si desde el ordenador podemos descargarnos absolutamente todo? ¿Cómo se pretende disfrutar de espectáculos vivos si, como todo el mundo sabe, “el cine y el teatro” son naturalezas muertas? Lo que hay que hacer sin duda es subastar y con el dinero recaudado fundar una nueva tienda de ropa, un hipercort.



Hagámoslo y la vida será más plena. El precio inicial de la primera pieza de la colección se estima en torno a los cien euros, cifra con la que podemos vender nuestra identidad. Porque al representar un teatro y rodar una película lo único que hacemos es escenificarnos a nosotros mismos, como buenos ególatras antineoliberales que somos.



Nuestros problemas, nuestra relación con el pasado, nuestras preocupaciones hacia el futuro, nuestras mentiras, nuestros pequeños logros, nuestra conducta destructiva, nuestra humanidad… Abajo las tablas y la pantalla grande. Arriba la modernidad. Si sacamos más beneficios con las tiendas, si ya cubrimos nuestras necesidades en Telépolis –la ciudad ideada y descrita por Javier Echevarria-, se acabaron las preocupaciones.


Por fin nuestra rutina se basará en la conformidad. De una vez por todas podremos seguir hacia delante, pagar nuestra hipoteca y cumplir con hacienda. Las guerras ya no formarían parte de nuestro imaginario al no representar su crudeza, su barbarie. Los abusos y las mezquindades tampoco. Ni los debates éticos. Y mucho menos esa duda permanente que sólo siembra desconfianza. Subastemos.La segunda pieza de la colección es nuestra integridad. Unos ochenta euros cuesta. Renunciemos a salvar un teatro cuando podemos conformarnos con tener en propiedad una sala enana con la que cubrir salidas profesionales.


Retiremos sentencias que protejan al Albéniz. Desestimemos la idea de que es un bien cultural: cuarenta años de programación no merecen consideración alguna. Es mucho mejor recibir comisiones y favores a cambio. Más productivo. Dejemos de pedir al Ministerio de Cultura que compre no sólo el teatro, sino también la casa de Vicente Aleixandre; no vaya a ser que alguien haga el esfuerzo de hacer promesas que no prosperen. Derribemos el pabellón del Instituto Libre de Enseñanza y el palacio de Bobadilla del monte. Coloquemos al frente de los recintos afectos a miembros del gobierno de la comunidad de Madrid para que improvisen una programación teatral que cubra el fin último: simular conservar el arte. Ahorremos gasto.


Disfrutemos de los beneficios urbanísticos y encarguemos a nuestros familiares el diseño arquitectónico de los edificios que sustituyan al teatro y reliquias del patrimonio histórico cultural. Subastemos. La tercera pieza es la dignidad. Cincuenta euros vale. Pujemos contra la desertización del arte, de la conservación de la literatura. Dejemos en la estacada a los pequeños comerciantes beneficiados de la atracción turística que despiertan los mausoleos que derribemos.


Prometamos sobre papel mojado la conservación de los puestos de trabajo de los empleados que trabajen en ellos. Enorgullezcámonos después de “presentar los festivales de otoño” en diversas publicaciones estatales y municipales. Recordemos a la gente que resulta hipócrita recuadar firmas en contra de determinados acontecimientos porque luego no leemos y vemos nada. Abandonemos nuestros ideales de ataño y refórmumelos, como hizo un laboralista que escribió un informe para Sarkozy en el que se instaba a no cuestionar ningún efecto colateral de la globalización. Reduzcamos nuestra capacidad para pensar en abstracto: gracias a eso disfrutaremos de una publicidad más efectiva y simple…y que se traduzca en anuncios dirigidos a la clase media en los que se reivindique el derecho fundamental del hombre a…navegar en la red.

Subastemos. Y lleguemos por fin a la pieza fundamental de esta colección: nuestra libertad. La oferta de salida es cinco euros. Desaprovechemos la posibilidad del teatro, el cine, la biblioteca, para aprender a disentir. A pensar. A emocionarnos. A ponernos en puntos de vista ajenos al nuestro. A ser solidarios. A protestar. No vayamos en contra de los tiempos. Porque una sociedad sin ruido es una sociedad en la que no pasa nada. Tranquila y prospera, antihumana. Subastemos. ¾

Alejandro Cabranes Rubio.

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