Tuesday, March 16, 2010
Dia Internacional de la Poesia Festeja en Zu Galery
DIA INTERNACIONAL DE LA POESIA
ZU GALERIA
TE INVITA
A
FESTEJAR
EL
PRIMER DIA
DE LA
PRIMAVERA
El 21 de marzo se celebra el "Día Internacional de la Poesía."
La celebracion fue propuesta por la UNESCO en el año 2001
La intención aunque tardia es rendir honores en todo el planeta
a la lírica. El mundo convulsionado en el que vivimos necesita de
una revalorización estética y de una inyección de espiritualidad
que lo sacuda, y eso podemos lograrlo con el estudio y propagación
de la poesia.
LA GALERIA ZU
Debido a esto Zu Galería los invita a sumarse al empeño universal
de mejorar al hombre y a la cultura. También los invita a que nos
rreunamos en esa fecha con un manojo de buenos poetas para celebrar
en grande la fiesta de la palabra.
Domingo, 21 de marzo a las 3pm
Zu Galeria Fine Arts
2248 SW 8th Street
Miami, Fl 33135
786-443-5872
www.zugaleria.blogspot.com
Poetas Invitados
Aymara Aymerich, Maria Eugenia Caseiro, Ena Columbié,
Elena Iglesias, Rosie Inguanzo, Elena Montes de Oca, y
Elena Tamargo por parte de las damas.
Joaquín Badajoz, Alejandro Fonseca, Joaquín Gálvez,
Germán Guerra, Heriberto Hernández, Rolando Jorge,
Félix Lizárraga
Carlos Pintado, George Riverón, y Juan Carlos Valls,
por los caballeros.
Contaremos con la participación especial de la poeta
Odette Alonso Yodú que nos visita desde Mexico.
Cancion del Pirata
JOSE ESPRONCEDA
March 25, 1808 - May 23, 1842
Con diez cañones por banda,
viento en popa, a toda vela,
no corta el mar, sino vuela
un velero bergantín.
Bajel pirata que llaman,
por su bravura, El Temido,
en todo mar conocido
del uno al otro confín.
La luna en el mar riela
en la lona gime el viento,
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y va el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa,
y allá a su frente Istambul:
Navega, velero mío
sin temor,
que ni enemigo navío
ni tormenta, ni bonanza
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.
Veinte presas
hemos hecho
a despecho
del inglés
y han rendido
sus pendones
cien naciones
a mis pies.
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.
Allá; muevan feroz guerra
ciegos reyes
por un palmo más de tierra;
que yo aquí; tengo por mío
cuanto abarca el mar bravío,
a quien nadie impuso leyes.
Y no hay playa,
sea cualquiera,
ni bandera
de esplendor,
que no sienta
mi derecho
y dé pechos mi valor.
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.
A la voz de "¡barco viene!"
es de ver
cómo vira y se previene
a todo trapo a escapar;
que yo soy el rey del mar,
y mi furia es de temer.
En las presas
yo divido
lo cogido
por igual;
sólo quiero
por riqueza
la belleza
sin rival.
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.
¡Sentenciado estoy a muerte!
Yo me río
no me abandone la suerte,
y al mismo que me condena,
colgaré de alguna antena,
quizá; en su propio navío
Y si caigo,
¿qué es la vida?
Por perdida
ya la di,
cuando el yugo
del esclavo,
como un bravo,
sacudí.
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.
Son mi música mejor
aquilones,
el estrépito y temblor
de los cables sacudidos,
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones.
Y del trueno
al son violento,
y del viento
al rebramar,
yo me duermo
sosegado,
arrullado
por el mar.
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.
¡Quién Supiera Escribir!
Ramón de Campoamor
(1817–1901)
I
—Escribidme una carta, señor Cura.
—Ya sé para quién es.
—¿Sabéis quién es, porque una noche oscura
Nos visteis juntos? —Pues.
—Perdonad; mas . . . —No extraño ese tropiezo.
La noche . . . la ocasión . . .
Dadme pluma y papel. Gracias. Empiezo:
Mi querido Ramón:
—¿Querido? . . . Pero, en fin, ya lo habéis puesto . . .
—Si no queréis . . . —¡Sí, sí!
—¡Qué triste estoy! ¿No es eso? —Por supuesto
—¡Qué triste estoy sin ti!
Una congoja, al empezar, me viene . . .
—¿Cómo sabéis mi mal?
—Para un viejo, una niña siempre tiene
El pecho de cristal.
¿Qué es sin ti el mundo? Un valle de amargura.
¿Y contigo? Un edén.
—Haced la letra clara, señor Cura;
Que lo entienda eso bien.
—El beso aquel que de marchar a punto
Te di . . . —¿Cómo sabéis? . . .
—Cuando se va y se viene y se está junto
Siempre . . . nos os afrentéis . . .
Y si volver tu afecto no procura
Tanto me harás sufrir . . .
—¿Sufrir y nada más? No, señor Cura,
¡Que me voy a morir!
—¿Morir? ¿Sabéis que es ofender al cielo? . . .
—Pues, sí, señor, ¡morir!
—Yo no pongo morir. —¡Qué hombre de hielo!
¡Quién supiera escribir!
II
¡Señor Rector, señor Rector! en vano
Me queréis complacer,
Si no encarnan los signos de la mano
Todo el ser de mi ser.
Escribidle, por Dios, que el alma mía
Ya en mí no quiere estar;
Que la pena no me ahoga cada día.
Porque puedo llorar.
Que mis labios, las rosas de su aliento,
No se saben abrir;
Que olvidan de la risa el movimiento
A fuerza de sentir.
Que mis ojos, que él tiene por tan bellos,
Cargados con mi afán,
Como no tienen quien se mire en ellos,
Cerrados siempre están.
Que es, de cuantos tormentos he sufrido,
La ausencia el más atroz;
Que es un perpetuo sueño de mi oído
El eco de su voz . . .
Que siendo por su causa, el alma mía
¡Goza tanto en sufrir! . . .
Dios mío ¡cuántas cosas le diría
Si supiera escribir! . . .
III
Epílogo
—Pues señor, ¡bravo amor! Copio y concluyo:
A don Ramón . . . En fin,
Que es inútil saber para esto arguyo
Ni el griego ni el latín.
GUSTAVO ADOLFO BECQUER
(1836-1870)
Volverán las oscuras golondrinas
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y, otra vez, con el ala a sus cristales
jugando llamarán;
pero aquéllas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha al contemplar,
aquéllas que aprendieron nuestros nombres...
ésas... ¡no volverán!
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde, aun más hermosas,
sus flores se abrirán;
pero aquéllas, cuajadas de rocío,
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer, como lágrimas del día...
ésas... ¡no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón, de su profundo sueño
tal vez despertará;
pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido..., desengáñate:
¡así no te querrán!
RUBEN DARIO
( 1867 – 1916)
Éste del cabello cano,
como la piel del armiño,
juntó su candor de niño
con su experiencia de anciano;
cuando se tiene en la mano
un libro de tal varón,
abeja es cada expresión
que, volando del papel,
deja en los labios la miel
y pica en el corazón.
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