Friday, January 29, 2010
Carlos Estefania Carlos Wotzkow
El Hombre Siniestro
hijo de Mr. Phobias
Carlos Estefanía al desnudo*
por Carlos Wotzkow
Este artículo va dedicado a todos los profesores de marxismo que tuve en Cuba. Quiero decirles de todo corazón, que jamás hubiera podido escribir algo así de no haber sido por ustedes. Es decir, por su amable condescendencia al dejarme dormir siempre en clase. ¡Muchas gracias!
El autor
Supongamos que usted es, o cree ser, un intelectual opositor del régimen de Castro. Pero supongamos además, que en realidad usted es un impostor con grandes aspiraciones al poder político después que desaparezca el tirano más cruel que ha conocido el hemisferio occidental. ¿Qué tipo de mensaje político usted cultivaría y publicaría para su público? Ciertamente no el más coherente, o de lo contrario, tanta claridad en esos discursos terminaría por descubrirlo y dejarlo ante sus compatriotas como al famoso emperador desnudo
“Hace una década iniciamos, por estos lugares, lejanos y fríos, una doble prédica: en primer lugar, la de la existencia de un movimiento democrático comprometido con el pueblo de Cuba, cuya autenticidad no puede ser negada, ni por quienes, dentro de él, conciente o inconscientemente, trabajan a favor del gobierno de Cuba o de los Estados Unidos…”
Sí lector, usted ha leído bien, lo anterior no es una broma, ni mucho menos una frase lúcida. Su autor se llama Carlos Manuel Estefanía, licenciado en marxismo-leninismo en Cuba. Su frase y su persona, son sólo caricaturas de un propósito carente de propósito. En ella, su autor nos quiere dar la imagen de escritor combatiente y militante y por ello, la palabra “pueblo” es ahí objeto de primera importancia. Inconveniente. Como el autor carece de sentido, el texto queda apenas para la historia del periodismo que complace a un poeta.
Estoy firmemente convencido de que David Werther, pudiera dar empleo en Cambridge a un profesional como Carlos Manuel Estefanía pues, en la oración siguiente, va más allá de aquello que humanamente puede ser considerado parte de la vanidad sana, e incluye a todo su grupo en una categoría de pureza religiosa que no tiene desperdicio.
“Cual monjes en un templo perdido en el Tibet, visitados por la reencarnación del buen señor Buda, así nos sentimos los redactores de Cuba Nuestra durante la reunión con Raúl Rivero,...”
Esto, créanlo o no, tampoco es burla. Es una cita tomada del mismo texto dotado de decenas de incongruencias y coqueteos dedicados al gran “símbolo disidente” del exilio cubano: el respetable ex-prisionero apolítico, el Sr. Raúl Rivero. Son 18 párrafos mal redactados por este licenciado en marxismo y al cual el mismísimo Rivero da crédito oral como si se tratara de un intelectual real. Sólo en contra nuestra salta a la luz la envidia. No todos podemos escribir tan poéticamente al hablar de nuestro amado bardo.
Qué obra maestra más pausada! y, qué influencia deplorable al más pomposo estilo del postmodernismo que tal vez él, Estefanía,… ni siquiera sepa de que va. Pero continúa:
“Pese a las buenas gestiones de Carlos Albeto Montaner y la condescendiente anuencia de Blanca Reyes, la esposa [heróica] del poeta, me fue imposible entonces dar con él, en parte por el poco tiempo del que dispuse, en parte porque Rivero [encontrabase] en esa especie de soñado clandestinaje, no siempre posible, que con todo derecho buscan los escritores para dar fin obras,…”
Tan “curto” y “curtivado” está nuestro filósofo en Estocolmo, que con esmerada tortuosidad intenta ocultarnos cuánto tuvo que caerle atrás a su adorado Dios (Raúl Rivero), antes de poder hacerlo hablar en el lobby de un hotel durante más de media hora. Pero además, nos deja caer así, de refilón, como si fueran cotidianeidades suyas, que en su larga odisea contó con “su amigo” Carlos Alberto Montaner (nada más y nada menos que uno de los más conocidos intelectuales del exilio), y que este le sirvió de buen embajador.
Bueno, yo no soy muy tonto que digamos, y aunque hace mucho rato ya no soy del club de los amigos del Sr. Montaner, al menos lo conozco. Sé que es un escritor brillante cuando ensaya sobre Cuba y ciertamente, un hombre culto e intelectual. Eso sí, también sé que no comulga (ya por inteligencia, o amor propio) con este tipo de gente, apenas capaz de juntar unas cuantas frases ininteligibles, la mayoría de ellas disparatadas y el resto, históricamente erróneas.
“Afortunadamente Alah que es grande, conmovido por la tenacidad de este Al-Hajj (peregrinaje) mío tras el poeta, trajo la montaña a Mahoma; somos profetas en tierra extraña y Rivero representa una montaña moral.”
No sé si este comentario les resulta ya lo suficientemente alucinante, o si el propio Estefanía puede llegar a creerse él mismo lo que escribe. En cualquier caso, dudo que nadie, ni siquiera sus más allegados familiares, lo consideren un “profeta”. Lo que sí parece razonable pensar es que a este señor le asientan muy mal las feromonas masculinas de Raúl Rivero y de ahí ese “master” en servilismo desplegado a lo largo de toda su presentación. En Cuba eso tiene un nombre, pero esta vez me he prometido a mi mismo no escribir malas palabras.
Ahora bien, ¿qué si en realidad somos nosotros los únicos incapaces de entender sus profundos mensajes? ¿Dónde nos metemos si lo que hace falta es un verdadero experto para comprender que el gran emperador allá en Suecia está vestido y abrigado? En particular, ¿cómo podremos nosotros asegurar que el filósofo marxista no sea el más genuino de los patriotas y nosotros, los verdaderos charlatanes que no alcanzamos a entender su alto vuelo de inspirado patriotismo?
En la madeja que le ha formado el marxismo en su pequeño cerebro, Carlos Manuel Estefanía ya no cree en las verdades absolutas, ni en el valor objetivo de cada sociedad. Para él, todo tiene, así como por arte de magia, el mismo estatus alcanzado por sus amigos del exilio entrevistados. ¿Será por eso que el pobre se cree intelectual? Yo lo retaría a discutir una idea de Werther así de simple y concreta. He visto que el susodicho llegó incluso a publicar dos ensayos en la revista de Ciencias Sociales de Cuba y por ello, sólo por ello, me atrevo:
“If one examines capitalist theory, one is faced with a choice: either reject neotextual materialism or conclude that society has objective value. If dialectic desituationism holds, we have to choose between Habermasian discourse and the subtextual paradigm of context. It could be said that the subject is contextualized into a textual nationalism that includes truth as a reality. In a sense, the premise of the subtextual paradigm of context states that reality comes from the collective unconscious.”
¿Por qué Estefanía no puede rebatir, o tan siquiera comentar el planteamiento anterior? Muy simple, pues porque un “filósofo” que habla como un bodeguero no puede haber obtenido un título en Cuba más que por sus dotes de servilismo ideológico. Aparte de otras cosas, nos dirá que su antiyanquismo es tan alto y tan puro que ni siquiera el inglés ha querido aprender. ¡Que va a saber nuestro servil anfitrión en Estocolmo lo que es el proceso evolutivo de la consciencia enunciado por Pinker, o de esas verdades relativas del marxismo expuestas por Garbandier!
Es evidente que Estefanía no pasa el examen. Pero esto ocurre, contradictoriamente, cuando la gente se cree miembro de pleno derecho del “establishment” de una filosofía “progresista”. Y se siente así, en la gloria, por haber sido visitado por oportunistas con rima. Sin embargo, deja de ser gracioso que alguien como yo aparezca y le pinche el globo repleto de falacias. Pero mejor, vean ustedes mismos los supuestos “logros” que él otorga a la revolución. No son más que las sombras de una asimilada propaganda, pero Estefanía, parodia de su propia educación, ni siquiera lo comprende.
“Los comunistas - asegura Estefanía en un e-mail a un amigo mío - establecieron nexos internacionales importantísimos, con países con los nunca tuvimos vínculos y eso es positivo, crearon un sistema deportivo envidiable, un sistema de salud pública respetable, una tecnocracia de primera, incluido el ejército, la universalización de toda la enseñanza incluida la superior, pararon las corruptelas, y las mafias de aquella época (no te asuste que lo mismo hizo Mussolini) y sobretodo una integración interracial que aunque no plena, me parece superior a la de Miami, crearon además un carácter espartano y una mística de entrega a su ideal que frente al consumismo y el egoísmo político de muchos de nuestros compatriotas, resulta una buena alternativa, claro todo esto lo están desmantelando ellos mismos. Y por [ultimo] [demostraros], pese a la inefectividad que genera la falta de control democrático, que una economía nacional si puede ser administrada por el estado.”
¿Qué les parece? Cualquiera de nosotros que se decida a perder tiempo en leer lo que ese cerebrito produce, notará que el “astuto académico” hace uso y desuso de los ya no tan mágicos términos de “mafia”, “soberanía” “integración interracial”, “imperialismo”, hegemonía” “archienemigo”. Meras palabras que no encuentran lógica sino en su propio sitio de Internet. O sea, para ser un poco más explicito, aquel que entre un par de horas consecutivas a leer los textos de Carlos Manuel Estefanía en www.cubanuestra.nu llegará, sino a la misma conclusión a la que he llegado yo, a alguna parecida. Aquello es único: uncontaminated bullshit!
Y para finalizar, he aquí su sentencia máxima. Una frase que imagino haya sido bien meditada y por la cual yo, si fuera colaborador de esa absurda página a favor de Castro, le pediría la exclusión inmediata de, no sólo mí nombre, sino cualquier tipo de alusión a mí persona.
“Debes comprender, - explicaba el imberbe marxista a mí amigo, un hombre serio que lo supera en años y lo triplica en inteligencia - que los regímenes totalitarios [nos] se sostienen [por] solo por las armas, sino por las cosas positivas que tienen, cualquiera que este sea.”**
Bueno, después de leer esto, sentencia exclusiva del Sr. Carlos Manuel Estefanía, amigo privilegiado (según palabras escuchadas en la entrevista que se expone en Cuba Nuestra) de Raúl Rivero, nuestro Mahoma de Estocolmo, ya por deseo, ya por ingenuidad, nos ha mostrado su verdadera miseria humana. Sólo que esta vez la notamos además, porque el emperador no llevaba ropa puesta.
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