Sunday, May 12, 2013

Un Día de las Madres en Luyanó

 


 

El Día de las Madres en Cuba, era un día muy especial. Un mes antes, en la escuela, la maestra diseñaba algún trabajo manual. Casi siempre teníamos que hacer una cartera, un tapete, un lugar donde nuestras madres pudieran guardar sus medias de nylon. A mi la costura no me gustaba, la sobrellevaba porque siempre teníamos que hacer algún bordado. Como me gustaba pintar y dibujar, mi impaciencia era domada a la hora de diseñar el bordado. El punto que mas gustaba era el de cadeneta, para mi era el mejor por lo fácil y porque ocupaba el espacio rápidamente. Recuerdo todas las labores manuales que las monjas diseñaron para nuestras madres. En aquel tiempo para mi las labores manuales eran actividades de personas mayores. Hoy al ver la poca creatividad en los colegios valoro el esfuerzo de mis maestras.

 

Naturalmente, yo prefería ir con mi padre a escoger el regalo pero como estaba interna me era imposible hacerlo. Mi único consuelo era el regalo que Papá escogía. A Papá no le gustaba comprar a ciegas, el prefería comprar al gusto de mi madre, por lo tanto en aquellos tiempos nunca pude hacerle un regalo sorpresa. Cuando intervinieron mi escuela, y me enviaron las monjas para la casa, fue así que pude escoger mi primer regalo. No fue fácil elegir, y no tenia muchas opciones. ¿Que compraría? ¿Una cartera, un perfume, una sortija? El único lugar que podía ir a buscar el tan añorado regalo eran en los negocios que habían en mi barrio. Estaba la peletería Norma, esta quedaba en Luyanó 665, aunque los dueños eran amigos de Papá, mi madre usualmente compraba sus zapatos en la peletería Lido. Esta quedaba muy lejos, así que fui a la tienda de Isaac el Polaco, y a otras tres que habían en Calzada de Concha y Luyanó. Mientras caminaba me topé con una quincalla que había en cerca de la calle Teresa Blanco. Me fascinó la variedad de cosas que tenían.

 

En la quincalla habían discos, perfumes, cajas de talco, pañuelos bordados, medias, crema Pons, polvos Max Factor corriente, tazas de café, bellísimos juegos de vasos, creyones de labios, coloretes, vanités para  los polvos sueltos, blusas, toallas, y hasta varias sayas de rock (and roll). Compré un juego de tazas de café, uno de vasos, una crema Pons diurna, una caja de jabones Myrurgia, y una saya de rock roja cuyo diseño era una chica con cola de caballo y un chico al lado de un tocadiscos. Nunca he olvidado aquella quincalla, tiempo después intervenida por el régimen y que tan poquito pude disfrutar. Mientras caminaba, rumbo al barrio de la Asunción a visitar a dos amigas, fui a la farmacia de los padres de Tony Hurtado para comprarme un shampoo Breck y un shampoo de Helen Curtis para mi madre. Cual fue mi sorpresa al ver que vendían Chanel numero 5.

 

Después de visitar a Merceditas, a Flora la modista, antiguas vecinas mías y a mis tíos Fortunato y Palmira regresé a casa. Antes de llegar saqué los regalos para el Día de Las Madres y se los deje a Antonio el carnicero pidiéndole me los guardara. Los shampoo los llevaba conmigo. Llegué silenciosamente, mi madre no notó nada, creo que ese día me hice adulta. A la mañana siguiente fui a comprar un cake helado con Papá, mientras Mamá dormía. A nuestro regreso le di un fuerte abrazo, le di el cake que ella recibió con mucha alegría, imagino que pensando que ese era mi regalo. Corrí a buscar mis regalos que Papá había recogido de la carnicería y había escondido en un lugar seguro de la casa. Cuando mi madre vio los regalos mientras los veía exclamaba que bello, por cada regalo me daba un beso de premio. El Chanel 5 fue un éxito, y como toque final Papá le regalo un juego de sortijas de coral con brillanticos. Al medio día, le pedí a Papá me diera dinero para comprarle a mis cuatro vecinas del barrio cuatro Chanels 5 que en aquella época solo costaba cinco pesos.

 

Feliz Días de las Madres a todas las madres cubanas en especial a todas las que se han ido como Mamá, pero que aun viven en mi memoria.

 

 

 

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